Por Dra. Rusmary Romero
Médico Psiquiatra
Resumen
El síndrome del impostor es una experiencia psicológica caracterizada por la duda persistente de las propias capacidades y un temor irracional de ser descubierto como un "fraude", a pesar de los logros académicos, laborales o personales. Desde la psiquiatría, este fenómeno puede vincularse con rasgos de personalidad, ansiedad de desempeño y, en algunos casos, trastornos comórbidos. En este artículo se exploran los aspectos clínicos, diferenciales y las posibilidades terapéuticas en el abordaje integral del síndrome del impostor.
Introducción
En consulta, no es infrecuente encontrar pacientes brillantes que, lejos de sentirse satisfechos por sus logros, sufren de una angustia persistente por no "merecer" el lugar que ocupan. Esta vivencia se conoce como síndrome del impostor, un concepto propuesto por Clance y Imes en 1978, originalmente descrito en mujeres altamente competentes. Actualmente se reconoce en hombres y mujeres de todas las edades y profesiones.
Aunque no está clasificado como trastorno en el DSM-5 ni en la CIE-11, desde la perspectiva psiquiátrica, el síndrome del impostor puede acompañar condiciones clínicas como el trastorno de ansiedad generalizada, trastornos de personalidad (especialmente evitativa y dependiente) y episodios depresivos leves.
Características clínicas
Los individuos con este síndrome comparten ciertos patrones de pensamiento y conducta:
- Autoexigencia extrema: se plantean metas muy elevadas y, aun cumpliéndolas, sienten que no son suficientes.
- Minimización de logros: atribuyen su éxito a la suerte, al contexto o a que "engañaron a los demás".
- Miedo a la exposición: viven con el temor de que alguien descubra que no son tan competentes como aparentan.
- Procrastinación o sobrecompensación: alternan entre posponer tareas por miedo al fracaso o trabajar excesivamente para compensar su "falta de capacidad".
A nivel emocional, predomina una ansiedad anticipatoria constante, sentimientos de vergüenza, tristeza, irritabilidad y, en algunos casos, síntomas somáticos como insomnio o cefaleas tensionales.
Factores predisponentes
Desde el enfoque psiquiátrico, algunos elementos de la historia personal pueden contribuir al desarrollo de este patrón:
- Estilos parentales rígidos o ambivalentes, donde el afecto estaba condicionado al rendimiento.
- Identidades profesionalizadas tempranas, donde el valor personal se asocia exclusivamente con logros académicos.
- Experiencias tempranas de invalidez emocional, que condicionan una autoimagen frágil.
- Ambientes laborales altamente competitivos, donde el reconocimiento es escaso y el error, penalizado.
En personas con rasgos ansiosos, evitativos o con antecedentes depresivos, el síndrome del impostor puede adquirir un tinte más clínico, interfiriendo en el desempeño profesional y en la calidad de vida.
Diagnóstico diferencial
Es importante distinguir entre el síndrome del impostor y otras condiciones psiquiátricas. A diferencia de los trastornos delirantes, el paciente conserva el juicio de realidad. Tampoco hay una alteración formal del pensamiento. Sin embargo, puede solaparse con:
- Trastorno de ansiedad social
- Trastorno depresivo mayor leve a moderado
- Trastorno de personalidad evitativa o dependiente
Abordaje terapéutico
Desde el plano psicoterapéutico, las intervenciones más eficaces son:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC): ayuda a identificar creencias disfuncionales, distorsiones cognitivas y patrones de autosabotaje.
- Terapia centrada en la autocompasión: útil para desarrollar una relación interna menos punitiva.
- Psicoterapia psicodinámica breve o focalizada: permite explorar el origen inconsciente de estas vivencias y cómo se relacionan con la historia vincular.
En casos donde el síndrome del impostor se acompaña de síntomas clínicos como insomnio persistente, crisis de ansiedad o anhedonia, puede considerarse tratamiento psicofarmacológico con ISRS, previa evaluación psiquiátrica integral.
Conclusión
El síndrome del impostor no es un diagnóstico en sí mismo, pero representa un fenómeno clínico relevante que puede generar un sufrimiento psíquico significativo. Reconocerlo desde la práctica psiquiátrica permite brindar un abordaje integral, validando la experiencia subjetiva del paciente, promoviendo el desarrollo de una autoestima más saludable y evitando que el éxito se convierta en una fuente de angustia.
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