Una Semana Santa más ‘interior’

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EFE, Reportajes.- Las restricciones en las expresiones externas y multitudinarias de fervor religioso y en los viajes, a causa de la pandemia, nos enfrentan a una conmemoración diferente, pero que puede ser una buena ocasión para dirigir nuestra atención hacia nuestro mundo interior y efectuar una serena y profunda reflexión vital.


Habitualmente la Semana Santa es una celebración que incluye actos multitudinarios en los que las personas expresan y comparten su devoción cristiana por medio de demostraciones externas de religiosidad como misas, procesiones, penitencias y representaciones de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús, y otras actividades litúrgicas.


Suele ser un tiempo de reuniones y vacaciones familiares, que nos permite “salir fuera” de las rutinas, lugares y gastronomía habituales, hacer “una parada en el camino” para reponer fuerzas y afrontar con más energía y ánimo el resto del año.


Esos encuentros normalmente nos brindan la ocasión de intercambiar puntos de vista y afectos con nuestros seres queridos al calor de la cercanía humana que se produce esos días.



Se trata de actividades y situaciones que se efectúan de manera externa y en compañía. Sin embargo la pandemia  ha limitado o eliminado esa posibilidad debido a la necesidad de distanciamiento físico para evitar contagios.


“LA PANDEMIA, MI VIDA Y COMO LOS AFRONTO”


“En estos tiempos de coronavirus, la Semana Santa puede vivirse intensamente pero de un modo diferente, aprovechándola para efectuar una interiorización y reflexionar sobre nuestras conductas en la pandemia y nuestra vida en general”, reconoce la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen  (www.clinicasorigen.es).


“Algunas personas continúan sus vidas ignorando o restando importancia al peligro de contagio, propio y el de los demás, sin respetar las medidas de prevención y distanciamiento diseñadas por las autoridades sanitarias, y participando en eventos sin protección alguna”, indica Conde.


“Una primera reflexión puede enfocarse en las conductas irresponsables que podamos mantener ante la covid-19, en distintos momentos, incluidas las reuniones, encuentros o actividades que efectuemos durante la Semana Santa”, indica.


“Algunas personas continúan sus vidas ignorando el peligro de contagio, propio y el de los demás, sin respetar las medidas de prevención y distanciamiento diseñadas por las autoridades sanitarias, y participando en eventos sin protección alguna”, reconoce la psicóloga.


“Cada persona  ha ido marcando su línea de prevención en relación al riesgo que está dispuesta a asumir, teniendo en cuenta no solo la posibilidad de contagio, sino también que aspectos de su vida quiere seguir preservando”, explica.


“En el caso de los adultos, detrás de esas conductas irresponsables  pueden encontrarse el cansancio y una actitud resignada hacia el riesgo”, de acuerdo a esta psicóloga.


“Quienes no cumplen las normas en un determinado momento están dando prioridad al bienestar personal que les pueda reportar este tipo de actividades y no tienen en cuenta el riesgo de las personas con especial vulnerabilidad frente a la covid-19 ni ‘empatizan’ (no se ponen en el lugar del otro) con esas personas”, añade la especialista.


“Detrás de unas decisiones y asunción de riesgos irresponsables también pueden encontrarse también creencias y cogniciones del tipo “Si me contagio no me ocurrirá nada grave””, señala Conde.


“En todo caso, si ponemos en práctica este tipo de conductas, ello merece una reflexión por nuestra parte”, puntualiza.


“Una segunda reflexión de Semana Santa, más profunda y trascendente, consiste en dirigir nuestra atención hacia nuestro mundo interior en lugar de hacia los demás y lo que nos rodea”, de acuerdo a Conde.


“Para realizar esta introspección de una manera tranquila podemos buscar lugares en los que estemos solos, y haya un baja estimulación debida a distracciones. Conviene dejar el móvil y otros dispositivos y practicarla en horarios en los que sabemos que los convivientes no puedan distraernos”, sugiere.


“Por otro lado, la práctica del ‘mindfulness’ o consciencia plena, que consiste en prestar atención  a lo que sucede aquí y ahora, aceptándolo sin intentar cambiarlo, juzgarlo ni rechazarlo,   puede facilitar el estado de introspección”, según esta experta.


“Si no se tiene práctica en esta técnica se puede empezar con prácticas guiadas centradas en la respiración y en el método del escáner corporal, es decir en enfocar la atención en las diferentes partes del cuerpo, una por una, haciendo una especie de “barrido mental”, sobre las cuales hay videos tutoriales en internet”, precisa la psicóloga.


PREGUNTAS ÍNTIMAS QUE INVITAN A LA REFLEXIÓN


Conde enuncia una serie de preguntas claves  que podemos plantearnos a nosotros mismos para enfocar nuestra reflexión interior en dos aspectos clave de nuestra vida que pueden aumentar nuestro bienestar y felicidad:


1.- Para fomentar el agradecimiento, pregúntate:

… ¿Qué tengo en mi vida por lo que puedo estar agradecido?

… ¿Con qué personas me siento agradecido por tenerlas cerca?

… ¿Qué he conseguido a lo largo de mi vida?.

 … ¿Qué cosas me posibilita hacer mi cuerpo?

2.- Para fomentar la autocompasión pregúntate:

… ¿Qué aspectos de mi vida me generan intranquilidad y ansiedad?

… ¿Si esto le estuviera pasando a una persona a quien quiero, qué le diría y que haría para hacer que se sintiera bien?

… ¿Qué me puedo decir sobre lo que me pasa pensando en mí y tratándome con afecto y respecto?

… ¿Cuáles son mis fortalezas?

… ¿De qué me siento orgulloso en mí?


Finalmente y a partir de las reflexiones que hayamos efectuado, Conde propone tres pasos para comenzar a cambiar o mejorar aquellos aspectos de nuestra vida que no marchan como nos gustaría o que nos provocan malestar:


 Valora aquellos aspectos de tu vida con los que no te sientas a gusto y analiza en qué medida son  modificables y si dependen o no de ti.


 En el caso que esos aspectos no dependan de ti, inicia un proceso de trabajo psicológico para aceptarlos y gestionar las emociones vinculadas a dicha aceptación.


Y si esos aspectos dependan de ti, reflexiona sobre con que objetivos (“para qué”) quieres cambiarlos o mejorarlos, y pon en marcha planes de acción, con acciones concretas y con fechas.

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