¿Hay vida sexual después del cáncer?

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Por SUSAN GUBAR


Tras recibir el diagnóstico, muchos pacientes con cáncer ven cómo Eros sale rápidamente de sus vidas. Lo sé porque yo lo viví. Para algunos, el erotismo desaparece durante o después del tratamiento.


La anhedonia, o incapacidad para sentir placer, puede afectar tanto a las mujeres como a los hombres con cáncer. A menudo nos damos más ayuda los unos a los otros de la que nos ofrecen los especialistas médicos, que apenas están comenzando a abordar este desafío.


Puede ser difícil experimentar deseo cuando no amas a tu cuerpo, sino que le temes, o si no puedes reconocerlo como tuyo. Las cicatrices de las cirugías, el cabello o las partes del cuerpo que se pierden, la fatiga inducida por la quimioterapia, las quemaduras de la radioterapia, las náuseas, los medicamentos que bloquean las hormonas, el adormecimiento causado por las neuropatías, la pérdida o ganancia de peso corporal y la ansiedad difícilmente funcionan como afrodisíacos.


A sus 46 años, la integrante más joven de mi grupo de apoyo para pacientes con cáncer lo definió mejor: “Una crisis existencial no es sexy”. Aunque sus médicos no le dieron ningún consejo, finalmente ella trató de procurarse una vida sexual renovada, aunque solo fuera por su atenta pareja que la cuidó durante el tratamiento.


Sex and Cancer, un nuevo libro de Saketh R. Guntupalli, especialista en cáncer ginecológico, y Maryann Karinch, se propone ayudar a las mujeres con cáncer de mama o ginecológico. Guntupalli y Karinch trabajaron con gran ahínco para proporcionar evidencia científica de algo que algunos podrían considerar predecible: “Encontramos que el sexo era menos gozoso para las mujeres después del cáncer y que todos los tipos de actividad sexual —oral, vaginal y anal— se redujeron tras el cáncer”. En trozos de agotadora prosa, su libro describe las formas en que el tratamiento inhibe el romance.


Son más informativas las secciones de Sex and Cancer en las que los autores explican lo que puede hacer la gente para evitar que “el emperador de todos los males” tome el control y haga fracasar sus relaciones. Primero y más importante, Guntupalli y Karinch invitan a los lectores a evitar etiquetar su vida amorosa “como ‘disfuncional’ solo porque leyeron algo sobre lo que es ‘normal’ o ‘promedio’”. Este también es el consejo que los pacientes con cáncer de próstata reciben en los manuales de autoayuda.


El “sexo” no debe confundirse con penetración o coito, según Guntupally y Karinch. “No hay disfunción si ambos miembros de la pareja están contentos con el nivel y el tipo de intimidad que disfrutan”. Besarse, tomarse de la mano, abrazarse, acariciarse y masajearse une a las parejas, encendiendo la excitación y la pasión. Los autores no mencionan la útil palabra “frotamiento”, que está relacionada con restregar o friccionar, y que engloba adecuadamente muchas formas de estimulación que promueven la ternura y la excitación.


Con un terapeuta o solos, los integrantes de la pareja pueden intentar realizar “ejercicios de enfoque en las sensaciones” que los lleven a experimentar con el tacto sin la presión de alcanzar una meta como el orgasmo. Guntupally y Karinch abordan especificidades como los ejercicios para el piso pélvico, vibradores, técnicas para lidiar con el tejido de las cicatrices y un rango limitado de movimiento, dilatadores y lubricantes con el fin de alentar a los sobrevivientes a redefinir el sexo después del cáncer como una fuente de gozo sensual.


Para ilustrar este punto, cuentan la historia de Allis, una paciente de 49 años con cáncer de ovario que se sometió a una “exenteración pélvica total” (el retiro quirúrgico de la vejiga, la uretra, el recto, el ano, la vagina y el útero). Se despertó con una colostomía permanente y una derivación urinaria. Debe usar dos bolsas, una que recoja las heces y otra la orina. Consternada, ya no puede usar sus coquetas tangas, sino pantaletas de abuelita. Se compró un cinturón para ostomía (para proteger y esconder las bolsas) y un negligé negro.


Sin embargo, se pone a llorar cuando los abrazos de su esposo la hacen darse cuenta de que “no hay forma de tener relaciones sexuales normales”. Después de que él le asegura que pueden ser creativos, comienzan a tener ideas a partir de visitar lo que ella llama “tiendas traviesas”, y luego explorando cualquier manera posible de disfrutarse juntos.


Sin enfrentar una incapacidad física tan extrema, la integrante más joven de mi grupo de apoyo se encontró sin embargo “menos fácilmente excitable y menos orgásmica”. Su explicación de cómo cultivó “el arte del deseo” me parece muy iluminadora tanto para mujeres como para hombres.


Usa el ejercicio para apreciar la enorme resiliencia de su cuerpo; reconoce que ha cambiado anatómica, psicológica y hormonalmente; experimenta consigo misma y con preliminares prolongados con su pareja; e incorpora la estimulación compartida de películas, conciertos y viajes para crear una sensación de cercanía.


Como su cama marital también ha sido su cama de enferma, equipó su habitación con estimulantes sensoriales. Ahora promueve el gozo en la vida de su compañero y en la suya misma.


Cuando Eros desaparece, los libros y las conversaciones pueden ayudar a las parejas a prepararse para recibir el regreso del dios. Como lo expresó alguna vez la poeta Marianne Moore, en un contexto totalmente diferente: “Sea cual sea el problema, debemos eludir la sensación de estar atrapados, aunque lo único que podamos decirnos a nosotros mismos sea: ‘Si no ahora, después’”. Para muchas personas, más vale tarde que nunca.


Sin embargo, esto no es así para todos, según me di cuenta cuando mi colega Nancy K. Miller respondió a mi solicitud de retroalimentación en el tema de la vida sexual después del cáncer. Está en sus setenta y, como yo, ha lidiado con el cáncer durante años.


Precisamente usando esa exasperación que asocio con la intimidad que añoro, contraatacó: “¿Pretendes que recuerde el sexo?”. Mi risa fue totalmente excitante, mientras me sentía bañada por la dicha de apreciar la franqueza de mi amiga.


Susan Gubar escribe sobre cómo es vivir con cáncer de ovario.

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