Alguna vez te has preguntado: ¿Por qué me siento tan solo aun estando acompañado? La soledad, lejos de ser simplemente la ausencia de personas, muchas veces es el reflejo de una falta de conexión emocional.
No se trata solo de compartir espacio físico, sino de sentirse escuchado, comprendido y validado por quienes le rodean.
Cuando las relaciones carecen de autenticidad, las personas suelen terminar disfrazando lo que sienten, fingiendo una cercanía que no nutre. Esa desconexión los aísla internamente, como si vivieran en otro mundo, aun estando rodeados.
El doctor Luis Vergés Báez, psicólogo clínico dominicano y especialista en terapia familiar, plantea que “la soledad es un estado que puede ser tanto psicológico como social, y muchas veces conlleva repercusiones emocionales importantes”.
Según su perspectiva, la naturaleza de la soledad suele ser más emocional que física. Acompañar, entonces, no es simplemente estar, es estar con sentido, con presencia, con escucha activa.
Como seres humanos, anhelamos vínculos que nos hagan sentir vistos, escuchados y valorados. Y aunque sentirse solo no es una enfermedad en sí, los especialistas advierten que el aislamiento prolongado puede ser un precursor de estados depresivos y ansiedad social que pueden llevar a un lugar sin regreso.
¿De dónde nace la desconexión emocional?
Las causas son diversas: la pérdida de seres queridos, experiencias de traición o decepción, el miedo a repetir vínculos dañinos, o incluso la hiperconexión digital que paradójicamente ha reemplazado la cercanía auténtica por interacciones efímeras. Hoy, más que nunca, se puede estar “conectado” pero emocionalmente distante, lo que genera una profunda sensación de vacío.
Los cuatro rostros de la soledad
La soledad puede manifestarse de diversas formas. A lo largo de la historia, varios psicólogos y sociólogos como Irvin Yalom, Donald Winnicott y Clark Moustakas, han explorado este estado emocional, identificando al menos cuatro tipos de soledad. La primera es la soledad intrapersonal, que se refiere a la desconexión emocional con tu propio ser.
Quienes la experimentan, suelen evitar el contacto con su mundo interior, recurriendo a distracciones como las redes sociales para evadir el silencio interno.
En segundo lugar, está la soledad interpersonal, que surge cuando las heridas emocionales no resueltas afectan la forma en que las personas se relacionan con los demás, dificultando la creación de vínculos auténticos. En tercer lugar, se encuentra la soledad existencial, vivida como un vacío profundo que persiste incluso en compañía y provoca que quienes la experimentan, se aíslen del mundo.
Por último, está la soledad voluntaria, una elección consciente de estar a solas, que puede ser necesaria para sanar, reflexionar o establecer una distancia emocional saludable.
Cuando la soledad no es elegida y se prolonga en el tiempo, puede causar una sensación de desorientación, como si no hubiera un lugar al cual pertenecer. Lo ideal es siempre buscar ayuda o lograr identificar cómo contrarrestar ese estado.
El psicólogo John Cacioppo propone el método E.A.S.Y. (por sus siglas en inglés), una herramienta práctica para reconectar consigo mismo y con los demás:
El primer paso que propone este método es expandirse. En esta etapa, es fundamental que la persona comience un proceso de autoconocimiento que le permita identificar el origen de su sentimiento de soledad y, a partir de ahí, abrirse emocionalmente con personas de confianza. Una vez dado ese primer paso, sigue la acción.
Esta fase invita a diseñar un plan concreto que favorezca la conexión social, como inscribirse en un taller, retomar amistades significativas o volver a espacios que antes resultaban reconfortantes.
A continuación, el método propone ser selectivos, es decir, elegir con criterio las relaciones que se desean cultivar, priorizando la calidad emocional de los vínculos por encima de la cantidad.
Finalmente, Cacioppo destaca la importancia de mantener la esperanza: entender que la soledad no es una condena, sino un punto de partida hacia una vida más conectada y plena.
Definitivamente, sentirse solo aun estando acompañado no es una debilidad, sino una señal de que algo muy adentro necesita atención, escucha y comprensión verdadera.
En un mundo ruidoso, a veces lo más valioso que podemos ofrecer a alguien que vemos en soledad es nuestro silencio, ese silencio que no juzga, que no interrumpe, que simplemente acompaña.
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