La solución contra la Covid-19 podría no ser un solo medicamento

Numerosos son los medicamentos que optan por convertirse en la cura de la pandemia que nos azota.
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Foto: fdiworlddental.org


Por José Manuel Castillo

josemlct11@hotmail.com


SANTO DOMINGO, RD/DIARIO DE SALUD.-Desde que se inició la epidemia causada por el virus SARS-CoV-2, los investigadores se apresuran para hallar un fármaco contra sus devastadores efectos. Estudios como SOLIDARITY, impulsado por la Organización Mundial de Salud, y RECOVERY, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, lideran la búsqueda de un compuesto efectivo.


Sin embargo, lo más probable es que la solución al problema no provenga de un solo medicamento, sino de la combinación de varios, administrados al paciente en dependencia de su estado y del momento en que se desee aplicar.


Esta certeza se ratifica con los tratamientos actuales, donde “no existe un único antiviral, sino varios que se combinan para cada caso”, afirma Sonia Zúñiga Lucas, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) de España.


También resulta importante diferenciar el virus de la enfermedad en lo referido al tratamiento, pues no es lo mismo detener al SARS-CoV-2 con un antiviral que luchar contra los síntomas de la enfermedad COVID-19 con un medicamento.


Remdesivir


Desarrollado por la farmacéutica Gilead como tratamiento contra el ébola, el antiviral remdesivir inhibe la enzima que necesita el virus para multiplicarse, y ha mostrado actividad in vitro contra el SARS-CoV-2, razón por la cual se estudió su eficacia en vario ensayo clínicos.


No obstante, estas investigaciones han mostrado efectos limitados. Los pacientes tratados con remdesivir tardaban unos 11 días de media en mostrar mejoría clínica, frente a los 15 de los del grupo control tratado con placebo. Además, la supervivencia fue algo superior (7,1 % frente a 11,9 % de mortalidad), sobre todo en pacientes con insuficiencia respiratoria pero que no necesitaban ventilación mecánica.


En opinión de Zúñiga, el remdesivir “podría tener efecto si se usa cuando el paciente está infectado pero todavía no ha desarrollado una patología muy grave”. No deben, sin embargo, descuidarse sus posibles efectos secundarios sobre la función hepática y renal, por lo que siempre se deberá valorar si estos riesgos se compensan con los moderados beneficios del medicamento.


La eficacia del antiviral fabricado por Gilead pudiera, no obstante, ser irrelevante en estos momentos, pues se ha anunciado que su precio superará los 2 mil euros por paciente, y el Gobierno de Estados Unidos ha comprado ya el 90% de sus reservas por los próximos 3 meses.


Dexametasona


También promisorio resulta el glucocorticoide Dexametasona, empleado contra el síndrome de dificultad respiratoria aguda, afección que suele desarrollarse en los enfermos más graves de COVID-19. Al respecto, Zúñiga advierte que su capacidad inmunosupresora puede facilitar la infección, aunque “una vez hay inmunopatología severa los antiinflamatorios podrían tener un papel en dependencia del momento y el paciente”.


A finales de junio la Universidad de Oxford anunció que la dexametasona reducía en un tercio la mortalidad de los pacientes más graves. Resultados de sus investigaciones mostraron que los pacientes que fueron tratados con el fármaco mostraron una mortalidad 3% menor al cabo de 28 días: un 3,5% inferior en el caso de los enfermos que requerían oxígeno y en aquellos que necesitaban respiración mecánica la mortalidad disminuyó un 11%.


Samuel Brown, investigador de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, alertó que estos resultados son preliminares y considera que se precisan más estudios.


La dexametasona también empeoró un 3,8% la supervivencia de pacientes que no necesitaban oxígeno ni ventilación. Sus efectos secundarios pueden ser graves, y no se le puede administrar a cualquier paciente. Entre los grupos contraindicados se encuentran los diabéticos, para quienes se precisaría otra solución.

Interferón beta, lopinavir y ritonavir


Los antivirales lopinavir y ritonavir, empleados contra el VIH, son inhibidores de la proteasa que permite la entrada del virus a la célula e inicialmente se valoraron en la lucha contra el SARS-CoV-2, pero fueron desestimados por los ensayos RECOVERY y SOLIDARITY al no encontrar beneficio alguno en su empleo, lo cual no sorprende puesto que fueron diseñados para tratar el VIH, diferente en su estructura del SARS-CoV-2.

Ello no excluye las posibilidades de otros inhibidores de proteasa, aunque no se han testeado aún en ensayo con coronavirus.


También fue descartado el Interferón beta, a menudo empleado en combinación con el lopinavir y ritonavir, pues puede tener efectos secundarios que agraven la patología si se administra, explicó Zúñiga.

Tocilizumab y sarilumab


Relacionada con el sistema inmune y los procesos inflamatorios, la interleucina-6 también se asocia a la tormenta de citoquinas sufridas por pacientes de COVID-19. Los anticuerpos monoclonales capaces de inhibir esta proteína, como el tocilizumab y sarilumab también han sido valorados como candidatos contra la pandemia. Una de las ramas del ensayo RECOVERY los estudia actualmente.


Ambos han sido empleados combinados junto a antiinflamatorios e inmunosupresores, aunque hasta el momento no se han recopilado datos suficientes que demuestren la efectividad de los anticuerpos monoclonales contra el SARS-CoV-2, solo impresiones a partir de estudios observacionales.


Tampoco se producen estos fármacos a gran escala, y se estima que solamente pudieran ser de ayuda en los pacientes de mayor gravedad, o en aquellos casos donde no se pueden emplear corticoesteroides como la dexametasona.


Plasma de pacientes


Otra opción a valorar es el empleo del plasma de pacientes que hayan sufrido la enfermedad, alternativa empleada con éxito en la prevención de enfermedades como el tétanos y la difteria. El plasma, líquido resultante luego de extraer las células de la sangre, contiene anticuerpos de las infecciones superadas por el donante.


Sin embargo, el único ensayo realizado para comprobar su efectividad contra la COVID-19 no mostró grandes diferencias, aunque tampoco fue extenso ni profundo, pues se determinó que el plasma contiene una cantidad muy limitada de anticuerpos neutralizantes. Por ello, sugiere Zúñiga, será mejor identificar dichos anticuerpos y fabricarlos a gran escala, un paso que constituye el futuro de las inmunoterapias dirigidas.


Búsqueda automatizada


La creación de nuevos medicamentos suele ser un proceso lento, de ahí que la mayor parte de los ensayos se centren en probar el funcionamiento lo fármacos ya existentes. En una tarea tan compleja, los ordenadores pueden resultar de gran utilidad, un proceso que permite ahorrar tiempo y esfuerzo.


El proyecto europeo Exscalate4cov, un consorcio de computación, se ha dedicado precisamente a esta exploración y recientemente anunciaron al raloxifeno, un tratamiento contra la osteoporosis, como el primer candidato potencial, que deberá ahora estudiarse en ensayos controlados para verificar si funciona contra la actual epidemia.


Vale señalar que este tipo de medicamentos, de probarse su efectividad, quizás no resulten perfectos para el cumplimiento de ese objetivo, pues no fueron diseñados como antivirales, pero pudieran servir como primera barrera de contención gracias a que ya se encuentran en las farmacias.


Una vez hallados los fármacos eficaces contra la COVID-19, el siguiente reto será su producción a gran escala. Lo mismo sucederá al descubrirse una vacuna. La labor de la OMS será fundamental para ello.

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