El soborno y la psicología

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Por  Dr. Pedro Mendoza
menpe120@gmail.com.do


Desde que el insigne sicólogo James Watson, fundó en 1920 la escuela de pensamiento sicológico más influyente que tuvo Estados Unidos de Norteamérica hasta el 1980, el Conductismo, una de las conductas humanas expresadas que más se ha estudiado es el soborno porque como conducta manifiesta pudo haber cambiado el curso de la historia, pues los historiadores sospechan que las autoridades judío-romanas pudieron haber sobornado a Judas para que éste entregara a su Maestro. Y además porque previo a tal acontecimiento, la conducta de ofrecer sobornos y la de aceptarlos era común en todo el imperio Romano, el Babilónico, en Egipto, entre los griegos y los fenicios, y en los pueblos del lejano oriente. 


Hacia el 1970, un grupo de sicólogos de la conducta llevó a cabo una investigación en Estados Unidos para dilucidar qué comportamiento nace primero, si el del sobornador o el del sobornado; fue lo que en su momento se conoció como la repetición de la duda acerca de quién fue primero, ¿el huevo o la gallina? También se quiso determinar si ambos tipos de conducta son susceptibles de objetivación y de medición, aceptando de ante mano que si un comportamiento es observable puede ser sometido a medición.

En aquel estudio se escogió a un grupo de niños de cuarto grado y otro grupo de adolescentes de 16 a 17 años. Un segundo grupo de niños y otro de adolescentes de características semejantes se usó como grupo “control”. Al primer grupo de niños le fue mostrado durante cinco minutos sobre una pantalla cuatro operaciones aritméticas, dos de suma y dos de resta ya resueltas. Y a los adolescentes les mostraron también cuatro preguntas de historia sobre la Guerra Civil estadounidense con sus respectivas respuestas correctas. Tres de los niños y tres de los adolescentes fueron reclutados como cómplices de los investigadores. A todos se les dijo que el único interés de los investigadores era descubrir que tan rápido leyeron y comprendieron las preguntas y las respuestas. Todos dijeron que las respuestas a las preguntas presentadas en la pantalla eran correctas. Luego los niños fueron llevados a otro salón más placentero y con una expendedora de refrescos, y los adolescentes fueron conducidos a un salón similar por los compañeros cómplices donde los esperaban chicos y chicas de la misma edad que provenían de otro colegio con algunas golosinas.

Antes de colocar a los niños en el segundo salón y también a los adolecentes, los alumnos cómplices les dijeron que de todas las respuestas que vieron solo dos eran correctas; que tenían la certeza de que los investigadores presentarían otra vez las mismas preguntas y respuestas y que quienes acertaran las dos correctas, sus profesores les darían un bono de diez puntos para las evaluaciones de aprendizaje al final del año escolar. Una hora después los grupos fueron retornados a sus aulas habituales y se les presentó nuevamente en la pantalla las mismas preguntas y respuestas de la vez anterior tal como lo dijeron los alumnos cómplices. Pero ahora los niños y los adolescentes cambiaron sus respuestas a dos correctas y dos incorrectas. Ni los niños ni los adolescentes sospecharon nunca que el asunto de cambiarlos de salón con mejores condiciones, golosinas y presencia de alumnos de un colegio distinto y la promesa de darles un bono de diez puntos para fin de año, podría ser un soborno de sus profesores. Pero cuando otros niños y adolescentes del mismo colegio se enteraron de lo que sucedió con sus compañeros, de inmediato mostraron interés en que se repitiera la experiencia con ellos.

La primera conclusión fue que el ente sobornador es indispensable para que un individuo exprese la conducta de “sobornado”. La segunda, que el soborno actúa como un efectivo modificador de actitudes, prejuicios y costumbres. La tercera, es que el soborno funciona de modo tan sutil que el sobornado jamás lo considera como prejuicioso y mucho menos como un crimen. Y la cuarta, que el soborno es una conducta aprendida pero cuya difusión social es prácticamente silente por lo que si no se piensa en él en cada transacción, pues pasará inadvertido.

Una pregunta que siempre se han hecho los sicólogos es si la conducta del sobornador se puede presuponer. Si se confirmara que sí, entonces dicha conducta se expresaría como un “círculo diabólico” ya que cualquier conducta que se manifieste como tal se distingue porque el individuo es capaz de disimular todo el tiempo frente a los demás el contenido de sus acciones y no puede evitar lo que hace porque su delito le proporciona grandeza personal y social y los sobornados lo toman como el hombre-paradigma de la “colaboración” a toda hora. De ahí, que Angelito Rondón, el hombre enlace con Odebrecht, igual que todos los cabilderos del mundo jamás dirá que sobornó a alguien puesto que “soborno” es una palabra que solo usa el tigueraje y él no se considera “tíguere”, aunque podría admitir que dio algunas “colaboraciones” y que talvéz se le fue la mano en su “generosidad”. 

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