
GINEBRA, SUIZA/ DIARIO DE SALUD.- La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado una actualización de su Guía práctica para el manejo de la COVID-19, con nuevas recomendaciones para el uso de antibióticos, criterios diagnósticos, periodos de aislamiento y atención clínica según la gravedad del caso.
El cambio más relevante está relacionado con el manejo antimicrobiano: la OMS
desaconseja el uso empírico de antibióticos en pacientes con COVID-19 no grave y baja sospecha de infección bacteriana, así como en aquellos con cuadros graves pero sin evidencia clínica de coinfección. Según la entidad, estos fármacos deben reservarse para casos con diagnóstico confirmado o sospecha fundada de infección bacteriana concomitante, con el fin de reducir el riesgo de resistencia antimicrobiana.
La guía clasifica a los pacientes en tres niveles:
-No grave: sin signos de neumonía grave ni dificultad respiratoria.
-Grave: saturación de oxígeno < 90 % en aire ambiente, neumonía grave o signos de dificultad respiratoria.
-Crítico: distrés respiratorio agudo, sepsis, shock séptico o necesidad de soporte vital (ventilación mecánica o vasopresores).
En el diagnóstico, la OMS ha reiterado la importancia de la
detección rápida y precisa mediante pruebas de amplificación de ácidos nucleicos (NAAT), como la PCR, en todos los casos sospechosos.
Ajustes en el aislamientoLas nuevas recomendaciones
reducen el tiempo de aislamiento para personas asintomáticas a 5 días, mientras que para sintomáticos se mantiene en 10 días. El Grupo de Desarrollo de Directrices (GDG) advierte que, aunque la evidencia es limitada, el mayor riesgo de transmisión se concentra entre los días 5 y 10 en pacientes con síntomas. En cambio, la probabilidad de contagio en asintomáticos es significativamente menor.
No obstante, la OMS reconoce
desafíos en la clasificación precisa entre sintomáticos y asintomáticos, así como variabilidad individual en la duración de la positividad en pruebas rápidas. Pese a ello, considera que la diferenciación sigue siendo útil para la toma de decisiones clínicas y de salud pública.
Con esta actualización, la OMS busca optimizar el uso de recursos, prevenir la resistencia antimicrobiana y ajustar las medidas de control de acuerdo con la evidencia más reciente.
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