Enfermedades de alto costo: la salud que quiebra familias y presiona al Estado

Las llamadas enfermedades de alto costo se han convertido no solo en un reto sanitario sino en una de las mayores amenazas fiscales
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En la República Dominicana, enfermarse puede ser una condena económica. Las llamadas enfermedades de alto costo —cáncer, enfermedades renales, hepatitis C, trastornos mentales graves, autoinmunes y raras— se han convertido no solo en un reto sanitario sino en una de las mayores amenazas silenciosas para la sostenibilidad fiscal del país.


A pesar de la multimillonaria inversión estatal en medicamentos y cobertura, el diagnóstico tardío, la falta de investigación local, y el alza constante de pacientes siguen desbordando el sistema.


El Estado invierte… pero la enfermedad no da tregua


El Ministerio de Salud Pública, a través del Programa de Medicamentos de Alto Costo (DAMAC) y PROMESE/CAL, destina más de RD$7,500 millones al año para cubrir tratamientos complejos. Solo en 2023, se asignaron RD$586.4 millones a la hepatitis C y RD$222.9 millones a la psoriasis. Sin embargo, las cifras revelan una paradoja: mientras crece la inversión, aumentan los casos, los costos indirectos y las brechas estructurales.


El cáncer lidera la lista de enfermedades más costosas, absorbiendo el 40% del presupuesto del programa, con tratamientos que ascienden hasta RD$10 millones por paciente al año. Aún así, el diagnóstico en etapas tardías predomina. Según el Instituto Nacional del Cáncer (INCART), apenas 24% de los pacientes están vivos un año después del diagnóstico. En el periodo 2019-2021, 19,816 nuevos casos de cáncer fueron detectados, con 12,107 muertes confirmadas. En oncología pediátrica, el hospital Arturo Grullón atiende unos 150 niños, con una sobrevida apenas superior al 70%.


Familias en ruina, sistema mixto en tensión


A pesar de los subsidios, muchas familias de clase media baja terminan hipotecando su futuro para poder pagar medicamentos que no cubren ni los seguros privados. Las historias se repiten: Dahiana, paciente con lupus, gasta más de RD$25,000 al mes en fármacos que, en teoría, están cubiertos por el sistema.


El sistema público apenas logra sostener el abastecimiento de fármacos esenciales. En hospitales como el Moscoso Puello o el INCART, las listas de espera se estiran por semanas o meses. En el sector privado, los copagos son cada vez más elevados. Las aseguradoras se resguardan en la letra pequeña y la “preexistencia” para limitar la cobertura.


Enfermedades invisibles, impacto real


Más allá del cáncer, la enfermedad renal crónica (ERC) afecta a cerca de un millón de dominicanos, con más de 5,275 pacientes en hemodiálisis activa. Cada tratamiento, aunque subsidiado, implica gastos familiares colaterales. La mortalidad por ERC oscila entre 15 y 20% anual, mientras que apenas 500 pacientes están en lista para trasplante. La infraestructura de trasplantes sigue anclada en el subdesarrollo: en más de 50 años, se han realizado solo 1,502 trasplantes renales y 52 hepáticos en todo el país.


Otras enfermedades como la esclerosis múltiple, Crohn, hemofilia y Parkinson, si bien tienen menor prevalencia, implican tratamientos con biológicos costosos. Programas como PROMHEFILIA y PROMEPARK ayudan a cubrir parte de los tratamientos, pero la sostenibilidad está en juego.


Las enfermedades raras —fibrosis quística, mielofibrosis— y las aún no reconocidas formalmente, como la fibromialgia, enfrentan un doble obstáculo: baja priorización y nula cobertura. Mientras tanto, sus pacientes sobreviven con tratamientos incompletos, alto deterioro funcional y ausencias laborales constantes.


El costo silencioso de la salud mental


Un capítulo aparte merece la salud mental. Más de 6,000 pacientes fueron atendidos en 2024 bajo el programa PAUSAM, con cobertura ambulatoria y medicamentos como antipsicóticos y litio. Sin embargo, la infraestructura sigue siendo mínima: apenas 18 hospitales brindan atención, y los centros especializados son escasos. La mortalidad por suicidio y comorbilidades mentales sigue siendo de 2 a 3 veces mayor que la media nacional.


¿Y el futuro?


La expansión de Alto Costo, aunque loable, enfrenta una cuenta regresiva presupuestaria. El aumento de pacientes, la dependencia de fármacos importados, y la presión de enfermedades crónicas amenazan con hacer colapsar el sistema si no se toman medidas. El país necesita:


Negociación internacional de precios con farmacéuticas.

Digitalización de inventarios y listas de espera.

Descentralización de centros especializados a regiones clave.

Mayor inversión en detección temprana y diagnóstico oportuno.

Transparencia mensual de datos y resultados clínicos.


Investigación local para evaluar efectividad de tratamientos y alternativas nacionales.

Ampliación del catálogo de enfermedades cubiertas, especialmente las raras y autoinmunes.


Enfermarse cuesta la vida… y la economía


El tema más relevante en todo este análisis es uno solo: el sistema no es sostenible tal como está. La cobertura es desigual, los diagnósticos tardíos y los costos prohibitivos. La salud pública se ha convertido en una ruleta: quien enferma gravemente, tiene más chances de caer en la pobreza que de curarse.


El Estado hace lo que puede, pero sin reformas profundas, alianzas estratégicas y un nuevo modelo de financiamiento y control, las enfermedades de alto costo seguirán siendo, para miles de dominicanos, una sentencia de muerte financiera.



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