SANTO DOMINGO, RD/ DIARIO DE SALUD.– La carga emocional y económica que representa para las familias tener un hijo dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA), así como las señales de alerta, la importancia de las terapias y el desafío de la inclusión en República Dominicana, fueron abordados en una mesa de expertos en el programa Esta Noche Mariasela.
Participaron las psicólogas Rosa María Paliza y Vanessa Espaillat, la psiquiatra Zuleika Morillo y el periodista Fernando Quiroz, coordinador de la Mesa de Diálogo por el Autismo. La conductora del programa, Mariasela Álvarez, junto a las periodistas Diana Lora y Nairobi Viloria, condujeron una conversación centrada en los diferentes ángulos y necesidades de las familias con autismo, y en la urgencia de generar mejoras reales. La coordinación de los entrevistados estuvo a cargo de la productora Laura Santos.
La doctora Paliza afirmó que una de las primeras manifestaciones del autismo es la pérdida del contacto visual del bebé con el adulto, especialmente con la madre. “Cuando el bebé pierde el contacto visual, se enciende una alarma”, expresó. Precisó que esto puede comenzar a notarse desde el primer trimestre de vida, cuando inicia el proceso de socialización del niño.
La especialista agregó que los niños con autismo necesitan hasta 12 horas de terapia al día y el respaldo de una red familiar amplia que incluya padres, hermanos, abuelos y tíos. Destacó que una de las claves del aprendizaje es fomentar la capacidad de imitación, ya sea a través del juego o de la repetición de sonidos.
En ese sentido, la doctora Morillo coincidió en que ya a los tres meses un niño puede mostrar señales de que algo no está ocurriendo como se espera. Explicó que el autismo tiene una predisposición genética, pero que otros factores pueden influir en la intensidad y manifestación de los síntomas.
En los primeros seis meses de vida, aseguró, suelen observarse señales de alerta muy evidentes. Indicó que hay un subgrupo de niños que se desarrolla aparentemente bien hasta los dos años y luego presenta una regresión en habilidades ya adquiridas. Una de las manifestaciones más comunes, explicó, es la alteración en la comunicación, como la ecolalia (repetición de palabras sin sentido funcional). Morillo subrayó que las personas más importantes en los procesos de intervención son los cuidadores: padres, abuelos, tías o incluso las colaboradoras del hogar.
Añadió que, además del núcleo familiar, es fundamental contar con profesionales sensibles en educación y salud mental, y con una comunidad que asuma el compromiso colectivo. Advirtió que los padres deben exigir credenciales y experiencia comprobada a los profesionales que atiendan a sus hijos.
También resaltó el papel de las escuelas, ya que el nivel de autismo condiciona el tipo de apoyo que necesita el niño: programas de inclusión, adaptaciones curriculares y acompañamiento personalizado, muchas veces con costos adicionales para las familias.
Por su parte, la psicóloga Vanessa Espaillat destacó la importancia de que los pediatras incluyan en sus chequeos indicadores tempranos de autismo, más allá del peso o el perímetro craneal.
Advirtió que un niño con autismo puede desregularse emocionalmente por eventos como mudanzas, hospitalizaciones, la ausencia prolongada de los padres o la ruptura de rutinas.
Llamó a los padres a integrarse activamente a las terapias, para replicar lo aprendido en la vida diaria: “Los mejores terapeutas de sus hijos son ustedes, cuando saben qué hacer”, enfatizó.
Espaillat fue clara: “Hacer terapia de lenguaje con un niño que no te mira ni quiere interactuar es perder dinero. Primero hay que lograr la conexión visual”.
Las expertas coincidieron en la importancia de estrategias para manejar la frustración y las crisis de los niños con autismo, muchas veces derivadas de la imposibilidad de comunicar sus necesidades. En esos momentos, destacaron, la contención corporal por parte del adulto puede ayudar a calmarlos.
La voz de un padre
Fernando Quiroz, coordinador de la Mesa de Diálogo por el Autismo, compartió su experiencia junto a su esposa, Iranna Flaviá Luciano, en el proceso de acompañamiento de su hijo Fernando Gabriel, de 16 años, en un país sin cultura de inclusión y con autoridades indiferentes.
“Mientras estamos en esta mesa, hay miles de familias endeudadas, madres desesperadas, niños sin intervención temprana, jóvenes excluidos del sistema educativo y adultos invisibles para el mundo laboral.
Todo eso ocurre a pesar de contar con una ley, la 34-23, y su reglamento (decreto 403-23), que ordenan lo contrario. No hay excusas”, afirmó.
Agregó que cuando un gobierno no cumple una ley como esta de atención al autismo, no se trata de un descuido, sino de una violación de derechos humanos.
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