Covid persistente: cómo evitar que el cuerpo se agote

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Las pausas entre actividades son esenciales en la planificación diaria de quienes padecen de fatiga crónica. Christin Klose


BERLIN, ALEMANIA / AGENCIA DPA.- No todo funciona igual que antes. Puede que uno vaya al supermercado o termine de pasar la aspiradora en casa y quede rendido. Quienes sufren de los síntomas del coronavirus prolongado lo notan todos los días. Sentir que después de tener covid-19 las cosas ya no salen con la misma facilidad puede resultar tremendamente frustrante y plantea un gran interrogante: ¿Cómo organizo mi vida cotidiana con tan poca energía?


No todos los agotamientos son iguales, comenta la profesora Carmen Scheibenbogen, que dirige el Centro de Fatiga del hospital Charité de Berlín y trabaja principalmente en la encefalomielitis miálgica o el síndrome de fatiga crónica.


Una de las características de esta compleja enfermedad radica en que “incluso una exigencia mínima durante el día puede llevar a que la fatiga y los dolores empeoren a largo plazo. Si el paciente intenta mantener su ritmo habitual de vida, los síntomas pueden ir de mal en peor”, dice Scheibenbogen. Es un fenómeno que se conoce como malestar post-esfuerzo (PEM), que también se da en pacientes con covid persistente.


Por lo general el agotamiento de estos pacientes no viene solo. “Si sobreexigen el organismo, también pueden sentir síntomas como falta de aire, dolores musculares y taquicardia”, dice Martina Lukas, médica en otra clínica de Alemania.


Es decir que mientras que cuando alguien siente un agotamiento “normal” hará bien en moverse y hacer deportes, para quien sufre de PEM esa estrategia puede ser fatal. El esfuerzo puede llegar a derivar en un colapso, advierte Scheibenbogen, y a que directamente todo sea imposible.


El “pacing”, una manera de administrar la energía del cuerpo


Todo esto demuestra que no habría nada más equivocado que hacer de tripas corazón y seguir adelante como si la fatiga no existiera. Para los pacientes con covid prolongado sería la peor solución. Para ellos es mucho mejor desarrollar una estrategia de “pacing”, un término que se deriva del inglés “pace”, ritmo. Porque se refiere justamente a eso: a cómo controlar el ritmo del día, cómo pisar el freno cuando la exigencia supera un límite.


“Pacing significa saber administrar la energía y los recursos de los que uno dispone, y saber reconocer cuáles son los límites personales”, dice Martina Lucas, que también trabaja en el área ambulatoria de covid prolongado de su clínica. Si bien el “pacing”, es decir, la administración sabia de los recursos, no llevará a una sanación, generará una mejora en la calidad de vida porque hará que los afectados se sientan mejor en su vida cotidiana.


Si bien la estrategia de “pacing” es absolutamente individual, todos los pacientes parten de la misma pregunta: ¿cuánta energía tengo? No es un interrogante muy fácil de responder, porque el término “energía” puede resultar muy abstracto a muchos. Cuando se trata de un móvil, todos pueden ver cuánta carga tiene la batería, pero cuando uno quiere calcular cuánto puede exigirle a su cuerpo y a su mente, la respuesta no es tan clara.


Ante esta situación, existe un truco: “Uno puede imaginar que tiene todos los días una bolsa llena de perlas de energía”, dice Lukas. “Cada actividad cuesta una de esas perlas, y hay que contar todas las actividades, incluso ordenar la vajilla lavada, salir a pasear con el perro o preparar el almuerzo”.


Además, es importante ser consciente de que no solo las tareas “productivas” del trabajo o de la casa requieren de energía. Mirar televisión o leer, que son tareas cognitivas, también pueden significar un esfuerzo, es decir que también habría que contemplar ese tipo de actividades a la hora de armar una estrategia de “pacing”.


Mejor no tomar el viejo Yo como vara


Si uno toma recaudos para terminar el día con un poco de energía, tiene buenas chances de evitar un colapso (entre los entendidos suele llamarse “crash”). Puede llevar cierto tiempo detectar cuál es el punto de equilibrio óptimo y no pasarse de esos límites. “Es un desafío que demanda bastante disciplina”, dice Scheibenbogen. 


Puede ayudar llevar un diario y documentar todas las actividades que uno realiza durante un día, sea medio día en la oficina, ir al almacén, hacer un llamado a un médico. “Luego, si uno nota que al terminar un día no se siente tan bien, puede dar vuelta la página hacia atrás y ver cuál podría ser la causa”, dice Lukas. 


A propósito del pasado: es mejor no medir el presente con el parámetro del pasado. Martina Lukas cuenta de un paciente joven, deportista, que después de sufrir covid sólo podía dar una vuelta de quince minutos, no más. 


Justamente como la energía es limitada es indispensable sentar prioridades. Si vemos que el móvil tiene poca batería, no lo usamos y la ahorramos para hacer una llamada importante. Del mismo modo deberíamos administrar la energía de nuestro cuerpo. ¿Qué hay que hacer hoy sí o sí? ¿Qué puedo dejar para mañana o qué puedo delegar? Esas son preguntas centrales. 


Puede ser un gran alivio adaptar las pretensiones a las posibilidades del momento. Algo así como “no pasa nada si no limpié las ventanas” o “está perfecto almorzar una sopa de paquete en un lugar de un caldo fresco”. 


A veces uno prefiere poner la energía en otra cosa y también está bien.


Asimismo, es bueno repartir las tareas. Si uno tiene previsto salir a dar una vuelta, tal vez no sea el mejor día para sacar la aspiradora antes de salir, dice Lukas. Es mejor subdividir las grandes tareas, como puede ser la limpieza de la casa, en distintos momentos o unidades y repartirlas a lo largo de los días. 


No hay que atenerse sí o sí a un plan, cueste lo que cueste. “Siempre tenemos días mejores y días peores, y las decisiones hay que tomarlas según cómo se presente cada día”, dice Scheibenbogen. Los días en los que no se puede hacer tanto es mejor bajar un cambio y dejar algunas cosas para otro momento.


Exigir, pero no sobreexigir


No exigirse nada en absoluto tampoco es la solución. Scheibenbogen advierte que “es importante mantenerse activo”. Sólo hay que hacerlo en la medida en que la energía lo permita. 


¿Y si funcionara bien aplicando la estrategia de “pacing”? En ese caso, uno puede aumentar con cuidado la carga, poco a poco y a pasos pequeños. La máxima debe ser: exigir, sí. Sobreexigir, no. 


Todas esas son componentes que permiten ir armando el proceso del “pacing”. Por otro lado, cuando uno logra establecer esta estrategia como norma en la rutina diaria, puede llegar a observar que no todos los que nos rodean entienden que uno adapte sus actividades tan estrictamente a “la batería interna”. 


“Al fin de cuentas, vivimos en una sociedad que apunta al rendimiento permanente y que empuja todo el tiempo a hacer lo que sea para avanzar, liquidar y asumir todos los asuntos posibles”, dice Lukas. Muchos se pueden ver enfrentados con comentarios como “pero si no pareces nada enfermo”. Dado el caso, vale la pena intentar arrojar luz sobre el asunto explicando cuál es la situación y, aunque el contexto muestre resistencia, no dejar de confiar en la estrategia del “pacing”. 


Porque esa estrategia es la que ayudará a sobrellevar mejor la rutina diaria. De todos modos, es solo uno de los pilares del tratamiento del covid prolongado. También es importante que los pacientes evalúen en conversación con su médico de cabecera cómo lograr un sueño reparador por la noche. 


Las terapias contra el dolor pueden ser fundamentales, “ya que los dolores consumen mucha energía”, dice Lukas. Y muchos pacientes con fatiga saben muy bien que cada perla de energía es muy valiosa.  


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