Ciudad Sanitaria y el respeto por la continuidad del poder

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SANTO DOMINGO, RD/ DIARIO DE SALUD.- La Ciudad Sanitaria que está supuesta a inaugurarse dentro de poco meses, es una de las grandes obras de interés social y humano para los dominicanos, que elevará la condición de vida de millares de residentes pobres del país y reafirmará la continuidad del Estado.


Esa Ciudad Sanitaria fue concebida en el último gobierno del presidente Leonel Fernández, quien la dotó de su reglamento que establece con toda claridad las responsabilidades de médicos, enfermeros, empleados, chóferes y personal, y ha continuado pese a la pandemia.


Posiblemente si no hubiese aparecido en el mundo la pandemia de COVID-19, ya el complejo de edificios médicos habría estado en pleno funcionamiento, pero dos años perdidos en los cuales se usó un enorme presupuesto contra la misma, atrasaron su plena apertura.


Los gobiernos han aprendido a respetar la continuidad del Estado. Los presidentes Fernández, Medina y Abinader podrían, para sorpresa del público, verse juntos en la inauguración del complejo médico que cubrirá todas las especialidades y será sitio de salvar vidas.


Fernández comenzó las obras, Medina se ocupó de que su presupuesto se cumpliera de manera puntual, visitando el lugar cada vez que pudo y Abinader le ha dado seguimiento a las obras esperándose que pueda inaugurarlas más adelante este año.


La apertura de la Ciudad de la Salud será una dedicatoria a la tenacidad y el coraje de médicos y enfermeras que enfrentaron la pandemia con la pérdida de muchas vidas, sobre todo al inicio de la misma cuando no se disponía como ahora de vacunas para niños y adultos.


El complejo sanitario pondrá en valor al barrio de María Auxiliadora y a los circundantes, retornando la oportunidad del servicio médico de calidad como fue su primera misión, que sostuvieron maestros de la medicina que hacían honor al juramento hipocrático.


Ese juramento dice: “desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica”.


Cercanía con el Morgan


Tuve una cercanía con el hospital William Morgan, como se llamaba desde su primera apertura. Después se le cambió el nombre por Luis Eduardo Aybar un insigne médico dominicano, el cual se mantiene en la ciudad sanitaria todavía en construcción.


Al Morgan solía ir durante buen tiempo a llevarle su almuerzo a mi abuela paterna Hermógena Rosa, (Ñoña) quien, postrada por la diabetes de cuya cama no se levantaría casi hasta la hora de su muerte, recibía una sopa nutrida y caliente que le hacía mi madre todos los días.


Como vivíamos a tres cuadras del hospital y yo era el mayor de los hermanos, me ocupé de esa tarea sin ninguna vacilación ni molestia. Aunque casi me quemaba las manos, lo primero que hacía al llegar de la escuela Honduras, era reclamar por la sopa que debía llevar.


El Morgan era un hospital limpio. Mi abuela era una mujer pobre por lo que estaba en una sala común. Yo le arreglaba su mesita de noche y revisaba el armarito metálico blanco para ver si había ropa qué llevar a la casa para lavarla, plancharla y retornarla al día siguiente.


Mi abuela tenía su fundo en La Pared, de Haina, donde cultivaba las mejores frutas para traer en su caballo Pela Monte y en una mula que franqueaban el trayecto desde ese campo hasta el sector de Gascue donde vendía de casa en casa. En esos trajines enflaqueció y se le detectó diabetes.


Ella era negra, alta, hermosa y con cabellera que lucía casi siempre con su moño cubierto de un pañuelo de seda. Antes de su quebranto nos visitaba de vez en cuando en nuestra vieja casa en la calle Juan Evangelista Jiménez, en dos solares de 800 metros.


Quizás por tanto visitarla me acostumbré después de su muerte a frecuentar los domingos el hospital para hablar con los enfermos. Era un encargo de la parroquia de María Auxiliadora a la cual yo pertenecía. Las muchachas parroquianas iban a cortar las uñas de las enfermas y también a conversar.


Pasaron muchos años sin volver al Morgan hasta que fui un día a visitar a un amigo político que había cometido un crimen y estaba en un privado del área siquiátrica. Me había invitado el periodista Ubi Rivas. Allí el político estaba solo con su madre, nadie más vino.


Para la época, en los 12 años de Balaguer, el hospital lo había perdido todo. No lo limpiaban; de aquellos pisos de granito siempre lustrosos no quedaba más que una platina opaca y casi polvorienta. Nunca más volví aunque espero respirar hondo cuando visite el hospital reconstruido.


Fuente de empleo y dignidad


El Luis Aybar es una fuente de empleo en su construcción y será mayor cuando estén todas sus instalaciones completas. Parecería un complejo hospitalario demasiado para un país tan pobre como RD con hospitales deteriorados. De seguro levantará la dignidad de los moradores.


Alrededor del complejo de seguro se levantarán estancias infantiles y casas de servicio público y acogida para mayores convalecientes que complementarán el post internado y maternidad, ya que contará con un hospital de ese último servicio.


La selección del médico José Joaquín Puello fue acertada desde todos los puntos de vista. En la Ciudad Sanitaria, el doctor Puello dirige el Centro de Cardiología, Oftalmología y Neurocirugía. Con una probidad y fuerza física que le viene de su atletismo, Puello es una referencia moral y un tesoro del país.


A finales del 2020 el doctor Puello fue juramentado como presidente de la Ciudad Sanitaria. Al ser juramentado dijo que la designación representa un reto y desafío que acepta con humildad pero con el firme propósito de que la atención médica a los dominicanos más vulnerables sea de gran calidad y que dicho centro sea un referente de la medicina dominicana.

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