La depresión en la adolescencia

Por Isabel Valerio Lora

“No vayas donde va el camino, ve donde no hay camino y deja huella”. Ralph Waldo Emerson.

La OMS define la adolescencia como el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años. Se trata de una de las etapas de transición más importantes en la vida del ser humano, que se caracteriza por un ritmo acelerado de crecimiento y de cambios.

La depresión en los adolescentes puede ser una respuesta temporal a muchas situaciones y factores de estrés. En ellos, el estado anímico depresivo es común, debido al proceso normal de maduración, al estrés asociado con éste, a la influencia de las hormonas sexuales y a los conflictos de independencia con los padres.

El adolescente promedio manifiesta aburrimiento, pérdida de interés, desmotivación y/o tendencias a actuaciones antisociales o apatía (poco interés) ante situaciones que de lo contrario serían atractivas. Es muy factible encontrar comportamientos más bien agresivos, descalificadores y desafiantes que de tristeza o abatimiento como tales.

Si el adolescente presenta bajo rendimiento académico, irritación constante, problemas para dormir, falta de apetito y de interés en toda actividad social y aislamiento durante más de 2 semanas, puede estar deprimido y hasta llegar a pensar en el suicidio. Muchos de los intentos suicidas de la juventud se enmascaran como «accidentes» de severidad considerable, como en las muertes que ocurren como resultado de conducir a exceso de velocidad, bajo el efecto de drogas o alcohol en adolescentes deprimidos.

La depresión en el adolescente envuelve más problemas interpersonales y de baja estima que la depresión en el adulto. La conducta abúlica de los adolescentes muchas veces no obedece a que no encuentran algo de su interés y estén aburridos sino a que están deprimidos.

El hecho de tener un comportamiento retraído en exceso, de mostrarse preocupado, sentirse temeroso al extremo y aislado pueden ser los síntomas que enciendan la señal de alarma.