¿Por qué miles de familias viven en crisis?

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Por Dr. Pedro Mendoza


Los dominicanos, desde hace alrededor de 40 años, institucionalmente bautizamos los noviembres como “Mes de la familia”. Durante ese mes se publican editoriales, comentarios, artículos, sermones cristianos y miles de declaraciones de funcionarios públicos, políticos y de gente de negocios, que recomiendan el rescate de los valores y buenas costumbres que tuvieron las familias que hace 60 u 80 años precedieron a las actuales, los cuales se han perdidos o desvirtuados, si de verdad queremos lograr una sociedad con bajo nivel de crímenes, violencia y delincuencia. 


Pero sobre todo, lograr una sociedad de pleno respeto a las normas sociales que garantizan la convivencia pacífica y civilizada y el buen sentido de la responsabilidad ciudadana.


Sin embargo, aquellos discursos, declaraciones públicas, sermones religiosos, artículos y desfiles durante los noviembres en defensa de la familia, han servido de poco si se toma en cuenta que las tasas de asesinatos y maltratos de mujeres a cargo de sus parejas y exparejas, el abandono de los hijos y de sus parejas por parte de miles de hombres, y las cifras de homicidios, baleados, apuñalamientos y riñas, han ido en aumento cada año.

Entonces, ¿qué es lo que pasa? ¿Es cierto que la familia dominicana vive en crisis? Sí, es cierto, la familia dominicana está en crisis. Veamos por qué.

Defino primero qué es una crisis. El Diccionario Webster define la palabra crisis diciendo: “Es un estado de cosas en el que es inminente un cambio decisivo en un sentido o en otro”. Es decir, que una crisis significa un viraje brusco o progresivo en el que las cosas mejoran o empeoran, aunque todos sabemos que el viraje hacia el empeoramiento o la inestabilidad de una situación dada es lo común, pues a muchos les parece absurdo que usted diga que alguien vive “un momento de crisis” porque de buena a primera pasó de ganarse cincuenta mil pesos al mes a ganarse doscientos mil. Si le viene una crisis es porque ocurre lo contrario, es decir, gana cincuenta mil mensual pero gasta doscientos mil en el mismo periodo.

Cuando un sistema entra en tensión, en conflicto, en dificultades morales, de creencias o de valores, en dificultades económicas o en conflicto de las interrelaciones entre hombre y mujer o entre los padres y los hijos, en este caso una dificultad o conflicto en el sistema familiar, pues indudablemente ese sistema familiar está en crisis.

Las crisis, no importa de la índole que sean, demandan un cambio en el enfoque del problema o de la tensión que se ha presentado en el sistema. Pensar que la crisis la provocó el hijo cuando fue a prisión por robo o asalto o por la hija menor que se embarazó del novio, es como suponer que una sola gota de sangre bastó para teñir de rojo el mar Caribe. Si hay crisis en el sistema familiar por el hijo preso o la hija menor embarazada, es culpable la familia entera. Ah, pero papá y mamá y algunos desorejados, cuales Pilatos modernos, se lavan las manos y culpan a los hijos, a la sociedad, a los gobiernos, a la Policía, al sistema judicial o a la escuela. Así nadie intenta un cambio para solucionar la crisis en la familia, y ésta se perpetúa.

La familia vive en crisis y además enredada en su visualización porque llevamos muchos años viendo y reclamando que se le ponga fin a los efectos de la crisis, pero olvidando su origen. Señores, hay decenas de feminicidios y cientos de homicidios, violencia, policías, militares, fiscales, jueces y políticos corruptos y delincuencia vulgar y de cuello blanco, porque la familia hace resistencia a los cambios de enfoque e interpretación que deben hacerse frente a las nuevas realidades que vive la sociedad. Nadie puede pretender que los hijos adolescentes de hoy los puede criar y manejar con los mismos valores y sistema de creencias y reglas con que las familias criaron a los muchachos y adolescentes en la época del gobierno de Mon.

Hoy es muy difícil que los jóvenes adopten los valores y las mismas creencias que sus padres y abuelos. La familia inflexible de hoy día fracasará en su modelo de crianza si quiere que el hijo profesor, policía, militar, médico, abogado, constructor, plomero, cura, programador o mecánico, interiorice y asimile los valores de sus abuelos, pues las personas tienden a imitar, aprender y a recordar los valores predominantes en la sociedad de su momento, no los del pasado. Por eso, si el joven de hoy observa los tejemanejes, los ardides y trucos elaborados por un funcionario del Estado, un banquero o un empresario para alcanzar bonanza y expansión de sus fortunas y la evasión del pago de impuestos, pues ese joven adoptará esos valores y verá como tonterías los valores del pasado.

Si un padre golpea a su mujer y llega borracho a casa, ya tarde, es muy probable que su hijo “fotocopiará” ese estilo de comportamiento. Luego a ese padre no puede extrañarle que su hijo ahora con su pareja, reproduzca la misma conducta. ¡Solo el buen ejemplo franco y acorde con el contexto epocal evitará el continuo socavamiento de la familia!

Pongamos el caso de la corrupción por estar de moda. La corrupción en cualquier Estado del mundo no empieza abajo como mucha gente piensa, empieza arriba. Si ha sido prácticamente imposible su control, es porque se quiere empezar a controlar por abajo cuando todo el mundo sabe que debe ser por arriba porque por ahí inició, y cualquier agricultor sabe que un panal de comején que se come un roble no se mata poniéndole el veneno a cada una de las ramas ya roídas, sino poniendo el “comejenicida” en el corazón del panal junto al tronco del árbol.

El autor es terapeuta familiar
Centro Médico Cibao-Utesa

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