Las vivencias de un maestro de la pediatría cardíaca en el país

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Consulta. Diariamente en el hospital Reid Cabral atendía de 50 pacientes en adelante durante más de 20 años.


SANTO DOMINGO/ DIARIO DE SALUD.-- Ser el primer pediatra cardiólogo del país le hace dueño de una historia fascinante. Hace 40 años en República Dominicana no había ecocardiógrafos, ni cateterismo, ni se hacían cirugías de corazón, menos aún en niños. El diagnóstico de patologías complejas y simples dependía de la radiografía, del estetoscopio y sobre todo de la pericia del médico.


En esas circunstancias llegó al país a ejercer su profesión el doctor Joaquín Mendoza Estrada, tras formarse en el extranjero.


Desde entonces ha sido partícipe y testigo de excepción de la creación de la primera residencia de esa especialidad y ver formarse en ella ya 22 especialistas; ver evolucionar el diagnóstico de la sola auscultación a las imágenes; ver sustituir la fiebre reumática como principal causa de daño cardiaco por otras enfermedades, como las congénitas y las del músculo cardiaco o miocardiopatías.


También tuvo que sufrir la nostalgia del sobresalto que da a un médico, consagrado como es, dejar un paciente en estado de gravedad sin el apoyo técnico; perder vidas de niños con los que se había encariñado, por falta de las herramientas necesarias, ante su impotencia y la indefensión de la familia, así como quedaban sin opción niños especiales con cardiopatologías congénitas, los cuales actualmente se operan exitosamente en el país.


Sus años de ejercicio, le han permitido además contar con la satisfacción de ver como a su consultorio, que es pediátrico, llegan sus pacientes adultos, diagnosticados en su nacimiento con enfermedades congénitas del corazón, porque pese a tener 32 años o más, él sigue siendo su médico… su confianza de vida, y sobre todo el haber visto evolucionar la cardiología pediátrica en el país a tal punto que solo casos esporádicos muy complejos deben salir del país o aquellos de conveniencia familiar.


También ha visto alcanzar un alto índice de supervivencia, ya que el 95% de los niños que nacen con cardiopatía congénita sobreviven, y antes las cifras eran inversas.


No obstante, eso no hace que se sienta conforme, porque entiende que es necesario expandir los servicios de cardiología pediátrica para facilitar el acceso a medicina especializada de toda la población infantil, y que esos tratamientos sean totalmente cubiertos por el Sistema Dominicano de Seguridad Social. Con ello se lograría, afirma, que las muertes por esa causa fueran mínimas.


Dos historias


Sus ojos se entristecen y su sonrisa se apaga al recordar el caso de un “chico”, como él le llama, de 20 años, su paciente desde recién nacido, que se operó al nacer. “Ya con el ímpetu de la juventud quieren disfrutar con sus amigos, por lo que tenía una excursión de fin de semana a Puerto Plata, y aunque desde el miércoles empezó a sentirse mal no dijo nada a su madre, que era su ángel guardián, su vigilante durante 20 años. El chico se fue el viernes y en la noche se puso malo, los amigos vieron que no se sentía bien, pero ninguno llamó por teléfono a la madre para notificárselo.

A las 4:30 de la madrugada llegó a un centro médico de la zona con 300 latidos por minutos, una arritmia, llegando moribundo.


De la clínica llamaron a la mamá y me llamaron a mí, pero a los cinco minutos me volvieron a llamar para informar que había fallecido”.


Pero vuelve a recobrar su alegría cuando narra el caso de una paciente de 32 años, con enfermedad congénita que tiene tres cirugías del corazón. “La atendí de bebé recién nacida, no había en esa época ecocardiografía, cateterismo cardiaco ni cirugía para un recién nacido con cardiopatía congénita severa, entonces yo dependía de un electrocardiógrafo, de mi examen físico y una radiografía, para un diagnóstico complejo.


Cuando nació me llamaron y estuve mucho rato, casi una hora, con el estetoscopio. La volteaba, la escuchaba, volvía a voltearla, le medía los pulsos, los impulsos, ante la incógnita de los padres. La familia después de muchos años me confesó que ellos decían ‘pero este médico tiene que ser sordo que no escucha bien’”.


De ese examen hice un informe médico en inglés porque la paciente sería llevada a Estados Unidos, cuenta, y ese informe describió perfectamente la patología, entonces los médicos luego de someterla a diferentes estudios con equipos avanzados preguntaron quién era ese médico, porque no se equivocó en nada del diagnóstico. “Desde entonces su madre de ahí en adelante dice que a mí me “chuva”, a cualquier médico de fuera”.


Maestro de la pediatría


El doctor Mendoza Estrada fue exaltado recientemente como Maestro de la Pediatría Dominicana, un reconocimiento que otorga a los grandes maestros la Sociedad Dominicana de Pediatría.


Comparte esa distinción con reconocidos profesionales, como Hugo Mendoza Tapia, Julio Ml.

Rodríguez Gullón, Josefina García- Cohen, Marianela Castillo- Ariza, Haydee Rondón, Teófilo Gautier Abreu, Elbi Morla Báez, Jesús Feris Iglesias, Luis Rivera y Emilio Mena Castro, algunos ya fallecidos.


Empezó a ejercer en el hospital Infantil de Santo Domingo (hoy Robert Reid Cabral) el julio de julio de 1975, bajo el manto del destacado cardiólogo Mariano Defilló, fecha que recuerda como si los 42 años que han pasado hayan quedado congelados.


Tiene cada recuerdo de entonces, empezó ejerciendo de manera honorífica, luego de unos meses el doctor Hugo Mendoza, director del hospital en ese entonces, empezó a darle una gratificación de 100 pesos mensuales. En 1976, fundó junto al doctor Defilló la Residencia de Cardiología Pediátrica en el país.


Su ejercicio en la medicina


Al pedírsele una valoración, el doctor Mendoza Estrada se toma su tiempo para responder, como quien quiere encontrar las palabras justas. Entonces emite su opinión diciendo que se ha perdido un poco la mística y la entrega al trabajo que tenía el médico de años atrás, pero que indudablemente la profesión ha ganado en el desarrollo del conocimiento, las nuevas generaciones salen especializados en muchas áreas.


El médico se ha hecho un poco más técnico, y la tecnología tiende un poco a deshumanizar si uno no la sabe manejar. También influye en eso que en la sociedad de hoy ciertos valores y criterios, que se usaban para formar, han ido disminuyendo.


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