Fallido y obsoleto modelo Sanitario

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Por: Dr Sergio Sarita Valdez

Correo: periodicohoydigital@gmail.com


El bello y firme edificio del futuro descansa en la sólida base que seamos capaces de construir en el presente. La enorme capacidad creativa del ser humano tiene como requisito indispensable una buena salud.


Así como la fortaleza material de una nación se puede determinar auscultando el estado de su economía, de forma similar podemos diagnosticar la salud colectiva a través de la calidad de la atención sanitaria que recibe cada ciudadano.


Desde la fundación de la república hasta nuestros días la tendencia general de las políticas en el sector ha sido mayormente asistencial, en otras palabras, una conducta reactiva, en la que estoicamente nos sentamos a esperar que la persona se enferme, para luego atender sus quejas o síntomas. 


Somos reactivos, en lugar de ser proactivos; nos arrastran las epidemias y nos sorprenden los padecimientos crónicos, muchas veces ya cuando dichos males se han tornado incontrolables y fatales.


Los profesionales de la salud, salvo honrosas excepciones, somos dados a la terapia sintomática, si tienes dolor, acá tienes un calmante; si tienes fiebre te aplicamos un antipirético.


Olvidamos que signos y síntomas representan banderitas que nos advierten de un peligro algo mayor. Por lo por tanto, es fundamental emplearse a fondo para descubrir la enfermedad que se está expresando a través del cuadro clínico. 


Podríamos auxiliarnos de pruebas de laboratorio y estudios modernos de imágenes para establecer el diagnóstico básico de la dolencia. De esa manera aplicamos el indicado protocolo de manejo y tratamiento consensuado para la afección.


Victima mortal del obsoleto, ineficaz, e inefectivo modelo asistencial dominicano es el caso triste de una adolescente fallecida al cumplir los quince años y que con doce meses de anticipación fue conducida al hospital Maternidad de Los Mina en Santo Domingo Este. Se quejaba la infortunada de fiebre, dolor de pecho, tos y pérdida de peso. En vez de una radiografía de tórax se le ordenó una sonografía uterina, la que fue interpretada como “compatible con leiomioma uterino”.


La menor fue referida con los mismos síntomas a la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia. Allí le comunicaron a la familia que la jovencita tenía un tumor en los ovarios, por lo que a su vez la enviaron al Instituto Oncológico con los fines de practicarle un biopsia. El progresivo deterioro físico de la enferma impidió el procedimiento quirúrgico por lo que fue retornada a la casa. La pérdida de peso, la fiebre y la tos mantenían encamada a la enferma. 


La dificultad respiratoria y la tos se agravaron siendo llevada de emergencia al hospital Dr. Francisco E. Moscoso Puello. Allí fue atendida en la sala de urgencia y luego despachada a su hogar con tratamiento ambulatorio. Su estado se tornó crítico siendo de nuevo llevada grave al último establecimiento de salud donde finalmente expiró.


La autopsia reveló una bronconeumonía tuberculosa con diseminación al abdomen, riñones, útero y anexos. El mecanismo del fallecimiento fue una insuficiencia respiratoria producto de una tuberculosis que abarcaba ambos pulmones.


Siglo XXI, nuevo milenio, capital de la República Dominicana, una adolescente busca asistencia facultativa, se queja y muestra evidencias de su enfermedad. Agoniza doce meses, sin diagnóstico, y por ende, sin un efectivo tratamiento. Su muerte a destiempo no debe sorprendernos.


Si seguimos haciendo lo mismo, el resultado volverá a ser el mismo. ¡Cambiemos el modelo!



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