Las rabietas infantiles… ¿Cómo superarlas?

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Virginia Padilla


Por Virginia Pardilla

 v.pardilla@mlc.iqpro.do


Tradicionalmente conocemos como rabietas a las reacciones mediante las cuales los niños se tiran al piso, gritan, se enfadan, patalean y parecen no escuchar ni entender a los padres u otros adultos mientras intentan calmarlos. Puede ser normal que en ciertas edades a los niños se le dificultad manejar la frustración, sobre todo cuando no consiguen lo que quieren en un momento indicado o cuando algo no resulta como ellos esperaban. 


Estas conductas muchas veces abochornan a los padres, poniendo a prueba sus propias capacidades de autocontrol y de serenidad, sobre todo si la rabieta ocurre en un lugar público.


Es importante aprender qué hacer y cómo manejar cuando se manifieste una rabieta, pues cuando los padres saben manejar esta etapa y ayudan al niño de la forma correcta, enseñándoles cómo canalizar estas emociones, el resultado es la estabilidad emocional del menor a través del desarrollo de la tolerancia a la frustración.


Otra forma de entender las rabietas es definirlas como un estado de impaciencia y enfado, que puede manifestarse como una explosión emocional propia de los niños pequeños, y causada por frustraciones, temor, miedo y confusión. Estas conductas pueden aparecer con y sin desafío a la autoridad. En ocasiones pueden ser el resultado de un hecho que produjo estas emociones, y ante el adulto el niño no tiene la capacidad de controlarse, pareciendo no escucharlo; En otras ocasiones, sin embargo, las rabietas pueden aparecer junto a una actitud de franco desafío y abierta desobediencia, lo que comúnmente conocemos como “rebelándose” ante la autoridad.


Las rabietas suelen ser más frecuentes ente los 18 meses y los 3 años, pero algunos niños pueden hacer berrinches hasta los 6 años, por su poca tolerancia a las frustraciones. Por encima de esta edad, pueden tornarse en un patrón conductual más complejo, casi siempre con necesidad de atención especializada, ya que, si estas conductas han calado hasta esta edad, puede deberse a dificultades en el ambiente para establecer una contención saludable. Por lo tanto, se hace necesario que los adultos se orienten sobre los cambios a establecer en este sentido, alrededor del menor.


Los niños con tendencia a hacer pataletas tienen disminuida su capacidad para ser tolerantes, y suelen experimentar las formas de control externo, tales como las reglas y límites del ambiente, como elementos adversos que los impulsa al rechazo de tales reglas. Estos niños quieren controlar a sus padres y tratarán de hacer lo mismo con otras figuras de autoridad. Producto de su baja tolerancia, tienden a ser impacientes.


Muchos adultos se preguntan qué lleva a un niño a hacer rabietas. Las razones pueden ser varias y diversas, entre las más frecuentes están la de llamar la atención de sus padres, y si logran hacerlo, pronto repetirá esta conducta, hasta conseguir su objetivo. Lamentablemente, muy pronto puede hacerlo costumbre.


Es importante enseñar a los niños a esperar, ya que muchas rabietas surgen de querer algo que no tienen y no saben cómo esperar hasta alcanzarlo.


Otra razón que lleva al menor a hacer berrinches es cuando sienten frustraciones al intentar hacer algo por ellos mismos y no obtienen el resultado que habían deseado.


Es importante resaltar que la dificultad de expresión y la falta de poder comunicarse correctamente, pueden desencadenar en rabietas. En efecto, cuando un niño no puede verbalizar cómo y cuándo quiere, puede aumentar su nivel de estrés y desencadenar en una pataleta. Tal es el caso de los niños que aprenden a hablar tardíamente o que tienen dificultades del lenguaje.


Cuando los niños no tienen cubiertas las necesidades de cariño y amor, y por el contrario reciben descuidos o fuentes de sentimientos de celo, también puede manifestar su desagrado o dolor a través de las rabietas, ya que una función de éstas es nivelar el nivel de estrés, exteriorizando parte de la energía desagradable. Por eso vemos que después de una rabieta, los niños parecen quedarse tranquilos e incluso dormirse.


Las rabietas sacan a la luz las emociones negativas del niño. Superar esta etapa es vital para convivir en sociedad. A través de situaciones cotidianas debemos enseñar al niño a manejar las desilusiones, pérdidas y equivocaciones. Superar esta etapa lo ayudará a desarrollar su inteligencia emocional y le permitirá tener una vida estable en la adolescencia y adultez.


Cómo actuar frente a una rabieta:


La mejor solución es la prevención, reduciendo los efectos que provocan la rabieta. Por ejemplo, estimular en el niño expectativas justas, poner reglas y límites claros con consecuencias previamente dialogadas para que no tengan el efecto de ser “castigos sorpresa”.


Debemos tener en cuenta prevenir que el niño se haga daño a él, a otros y en tercer lugar al espacio físico durante las rabietas.


Después de la fase más intensa de la rabieta, pueden permanecer los llantos y gritos. Mientras estos todavía están exacerbados, el niño no va a escuchar de manera asertiva lo que se le diga, por lo tanto, en esta fase se le acompaña, se le estimula a calmarse, pero sólo después de lograrlo aparece el momento oportuno para usar la lógica y razonar con el menor. Cuando el niño está calmado, es el momento de ponerles nombre a sus emociones y esto le ayudará a poder identificarlas.


Si observamos que las rabietas aparecen a menudo o con una intensidad que sobrepasa los límites normales, debemos preguntarnos qué cambios hay que hacer en el ambiente, para ayudar al niño a no experimentar niveles de estrés que pueden estar por encima de lo que el niño pueda manejar.


Los padres deben tener claro la importancia de no ceder ante los deseos del niño. Pegar o gritar. no sirve de nada, mucho menos alterarse o enfadarse, sino manejar la situación con firmeza, serenidad y calma, pues es importante modelarles a ellos cómo actuar ante eventos difíciles.


Cuando percibimos que no podremos prevenir una rabieta, debemos tener en cuenta la necesidad de quitar los objetos con los que se puede hacer daño, no intentar razonar en ese momento, retirarlo de la situación de estrés.


A veces, según las circunstancias, no hacerle caso e ignorarlo puede dar resultado….


Lo más importante es evitar que el niño tenga la ganancia que buscaba a través de la rabieta.

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