Epidemia hipertensiva

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Por: Sergio Sarita Valdez

Médico patólogo


A riesgo de que uno u otro fanático ignorante se tome la libertad de tildarnos de Maltusiano, debemos recordar que el territorio de la República Dominicana no ha crecido desde la fundación, en cambio, su población continúa aumentando, ubicándose por lo general en la periferia de los grandes centros urbanos del país. 


Esta desordenada explosión demográfica se acompaña de una merma cualitativa y cuantitativa en los servicios sociales básicos, amén de un auge vertiginoso de la inseguridad y el miedo en la ciudadanía.


El observatorio desde la base de la mesa de autopsia resulta preocupante; aumenta el número de casos de gente aparentemente sana que muere de manera repentina, encontrándose en el estudio post mortem las señales de una hipertensión arterial no detectada, o no tratada adecuadamente en vida.


El Colegio Americano de Cardiología y la Asociación Americana de Cardiología publicaron recientemente las nuevas guías para la prevención, detección, evaluación y manejo de la hipertensión en adultos. Diferente a las guías anteriores emitidas en los años 2003 y 2013 el instructivo actual establece como hipertensa una persona cuyos niveles tensionales sistólicos superen los 120 milímetros de mercurio y los niveles diastólicos por encima de 80 milímetros de mercurio. 


Esto significa que la cifra de un 33% de hipertensos en la población adulta ahora se eleva a cerca de un 50%, es decir que la mitad de todos los adultos califica como hipertensa en los Estados Unidos. Esos que antes se catalogaban como pre-hipertensos ahora son sometidos a manejo clínico, aunque no necesariamente medicamentoso.


Muchas de las medidas recomendadas en las guías norteamericanas tendrían aplicación práctica en el país a un muy bajo costo y con un alto beneficio para los dominicanos.


Veamos algunas de esas sugerencias: reducir la ingesta de sal per cápita a 1.5 gramos por día, evitar el sobrepeso y reducción de los grados de obesidad; reducir la ingesta de alcohol; evitar el fumar; reducir al mínimo el uso de analgésicos, descongestionantes y estimulantes. Ejercicios físicos diarios y disminución del sedentarismo. Ingesta de alimentos ricos en potasio; reducir el consumo de productos lácteos con alto contenido de grasa; predominio de frutas y vegetales sobre las carnes, así como una disminución en la ingesta de harina y dulces.


Obsérvese que lo arriba indicado más que prescribir lo que hace es recomendar evitar el uso de sustancias y medicamentos innecesarios, haciendo énfasis en los estilos de vida natural sana y equilibrada. Todo está contenido dentro de lo que denominamos atención primaria en salud, digamos promoción de costumbres sanas para la población evitando así subir a otra etapa con mayor riesgo de enfermedad cardíaca, renal o cerebrovascular.


El Estado como garante de seguridad y bienestar del pueblo tiene la responsabilidad de reducir los niveles de angustia, temor y precariedades en los sectores mayoritarios de la nación. Si la gente pudiera dormir tranquila sin mucho ruido, sin graves preocupaciones y con sus necesidades fundamentales atendidas, la incidencia de muertes súbitas en adultos se reduciría drásticamente.


Deberíamos asegurar que los hipertensos grado 2 y 3 en niveles de pobreza reciban los medicamentos básicos diariamente, de modo religioso, en los Centros de Atención Primaria en coordinación con Promese.


Mucha gente seguidora de Calderón de la Barca diría que estoy soñando. ¿Vale la pena vivir sin sueños?


Aspiro con la Organización Mundial de la Salud a tener un pueblo en “estado de completo bienestar físico, mental y social”.

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